La Casa del Chapiz

Historia y descripción arquitectónica

Historia

© Camilo Álvarez de Morales.

La tantas veces citada Ley Fundacional de la Escuela tuvo el acierto de destinarle como sede la Casa del Chapiz, edificio morisco del s. XVI, compuesto por dos viviendas, la más pequeña perteneciente a Hernán López el Ferí y la principal a Lorenzo el Chapiz. Son pues dos las viviendas que la componen y por ello frecuentemente se les ha citado como las Casas del Chapiz.

Hay opiniones que consideran que las casas se construyeron sobre una más antigua, acaso del s. XI, a la que se atribuye el nombre de al-Dar al-Bayda’, lo que explicaría que a la actual Cuesta del Chapiz se le denominara durante algún tiempo arrabal de Albaida. Como testimonio se hace valer la pila que hoy se conserva en el Museo Arqueológico de la ciudad, y que según palabras de Alonso del Castillo, coetáneo y amigo de Lorenzo el Chapiz, perteneció al patio de la casa de éste. Tal pila procedía del conjunto de Medina Azahara, a juzgar por la inscripción que adorna su borde.

Sin entrar en conjeturas, y dejando aparte aspectos arquitectónicos, la documentación del momento nos informa que las casas estuvieron en manos de los moriscos pertenecientes a la familia Ferí y a la de su pariente político Lorenzo el Chapiz hasta 1571. Ese año les fueron arrebatadas por su participación en el levantamiento de los moriscos y en virtud de la Carta de Incorporación de Felipe II pasaron a la corona castellana. El rey las cedió a uno de sus secretarios, D. Juan Vázquez de Salazar quien las incorporó junto a otros bienes a un patronato de legos, familiar, conocido como Patronato de Salazar, que fue el titular de las mismas hasta mediados del siglo XIX. Las adquirió entonces D. Mariano Fernández Contreras y fueron él y sus herederos los últimos dueños hasta su adquisición por parte del Estado.

A partir del desalojo de los moriscos, la suerte de las viviendas fue desgraciada. El Patronato de Salazar le añadió tierras colindantes y, junto con las viviendas, las fue arrendando a diversas personas e instituciones, entre ellas la Real Compañía de Fábricas y Comercio de Granada, que, a su vez, buscó nuevos arrendatarios. De este modo, se fueron sucediendo los moradores de las casas, unos con licencia y conocimiento de los miembros del Patronato de Salazar, y otros sin ella. Las viviendas se convirtieron en casas vecinales, cuyos inquilinos, además de residir allí, instalaron negocios particulares y pequeñas industrias, todo lo cual contribuyó a que los edificios se fueran deteriorando a ritmo relativamente rápido, favorecido por el descuido, en unos casos, por la rapiña en otros, de modo que, tras pasar por numerosas y variadas manos, al empezar el siglo XX estaban prácticamente reducidas a ruinas.

Sin embargo, la prestancia y dignidad de su arquitectura, visible sobre todo en el espléndido pórtico de cinco arcos de la casa principal, la del Chapiz, hicieron posible que la Comisión de Monumentos se interesara en salvarla de aquel desastroso estado y comenzara una serie de gestiones, desde los primeros años del siglo XX, primero ante los organismos locales y, más tarde, directamente ante el Ministerio de Instrucción Pública. Desgraciadamente los organismos requeridos carecían entonces de fondos destinados a este fin.

La Comisión no cejó en sus propósitos y, al cabo, logró su objetivo. Ya en 1919 se consiguió que el edificio fuera declarado por Real Orden Monumento arquitectónico-artístico. Era el primer paso; el siguiente, que tal monumento pasara al Estado, se retrasó algo pero, al fin, en 1929 con el Conde de las Infantas ocupando la Dirección General de Bellas Artes, se autorizó la compra de las casas.

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Jardín de la EEA con la Alhambra al fondo

Un año más tarde, con otro titular en Bellas Artes, ahora D. Manuel Gómez-Moreno Martínez, se completó la operación al autorizar la compra de la huerta aneja. El precio de las viviendas fue de 41.673 pesetas y el de la huerta (actual jardín) de 9.000. El importe se hizo efectivo con dinero procedente de las entradas de la Alhambra.

Protagonista de excepción en todo el proceso de la compra y en el de su posterior restauración, fue D. Leopoldo Torres Balbás, entonces Arquitecto-Conservador de la Alhambra. A su cargo corrieron los distintos informes, las gestiones ante los propietarios de las casas y la Dirección General de Bellas Artes, e, incluso, su representación del Estado Español en el acto de ejecución de la correspondiente escritura de compra-venta.

Simultaneando sus labores de gestión, procedió a la restauración magistral de las dos casas hasta culminarla. Del acierto de su labor, para la que estaba excepcionalmente preparado, es hoy testigo directo esta Escuela que allí se instaló en 1932.

Descripción arquitectónica

© Antonio Orihuela

Las llamadas Casas del Chapiz se encuentran dentro del recinto del antiguo Arrabal del Albaicín, cuyas murallas fueron construidas en el siglo XIV, durante el mandato de Yusuf I. Ocupan una amplia parcela situada en la esquina que forman la Cuesta del Chapiz y el Camino del Sacromonte, en el extremo sureste del arrabal, que era denominado Barrio de la Blanca (Rabad· al-Bayda).

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Grabado de A. Guesdon (h. 1853)

Frecuentemente se las denomina Casa del Chapiz, en singular, pero en nuestra opinión, es más preciso el empleo del plural, ya que se trata de dos casas diferentes, con orígenes distintos. La confusión ha sido producida por la circunstancia de que comparten la crujía situada entre ambas, lo que ha hecho creer a algunos investigadores que se trataba de una casa con dos patios. Sin embargo, tanto por el estudio minucioso de sus elementos arquitectónicos como por los abundantes datos documentales del siglo XVI que se conservan, se puede demostrar la existencia de dos unidades residenciales independientes

La casa más meridional se construyó sobre los restos de un pequeño palacio nazarí, del que se conservan la planta y algunos de sus elementos, que fueron aprovechados cuando se reedificó, a principios del siglo XVI, por el morisco Lorenzo el Chapiz. Al mismo tiempo, su cuñado Hernán López el Ferí levantaba la otra casa, de menor tamaño y, probablemente, de nueva planta.

Debido a estas circunstancias, las dos casas son un ejemplo de gran valor para conocer el proceso de evolución tipológica que tuvo lugar en la arquitectura doméstica nazarí desde su periodo de madurez hasta el comienzo de su última fase, la morisca.

El acceso a las dos casas se hacía desde la Placeta del Peso de la Harina, al comienzo del Camino del Sacromonte, a través de un espacio común a ambas. Al final del mismo se situaría el zaguán de entrada a la mansión de Lorenzo el Chapiz, que por ser la de mayor importancia ha dado nombre al conjunto y a la Cuesta.

Casa de Lorenzo el Chapiz

El edificio se organiza en torno a un patio rectangular de 19,3 x 13,5 m, cuyo lado mayor coincide sensiblemente con la dirección Norte-Sur. En la época nazarí tendría crujías con habitaciones en los cuatro lados, y pórticos con cinco arcos solamente en los lados menores. En éstos se situarían las salas principales, probablemente sólo en planta baja, mientras que en los lados mayores estarían las habitaciones secundarias.

Aunque hasta el presente siglo sólo han llegado las crujías Norte, Este y el inicio de la Oeste, el esquema tipológico de patio cerrado rectangular fue perfectamente reconocido por Torres Balbás, arquitecto que entre 1.929 y 1.932 dirigió las obras de rehabilitación del inmueble, previas a la instalación de la Escuela de Estudios Arabes.

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Casa de Lorenzo el Chapiz

En el centro del patio se conserva la alberca original de 13,5 x 2,5 m. Los otros elementos nazaríes reutilizados son las basas, fustes y capiteles de mármol blanco que sostienen los arcos del pórtico Norte. Aunque algunas diferencias existentes entre ellos inducen a pensar que no ocupaban exactamente el mismo lugar en el edificio primitivo, sino que pueden tener diversa procedencia. Detrás del vano central del pórtico se situa la portada de la sala principal de la casa, de cuya puerta se conservaban todavía en el siglo pasado sus hermosas gorroneras de mármol, ya que fueron dibujadas por Girault de Prangey en 1.832-33.

Posteriormente, se trasladaron al Museo Arqueológico Nacional, en Madrid, retornando después a Granada para instalarse en el Museo Hispanomusulmán, donde aún puede admirarse su hermosa decoración de mocárabes y epigrafía en caracteres cursivos y cúficos. Todos los elementos conservados nos permiten datar en los siglos XIV-XV la construcción inicial de este edificio.

Cuando Lorenzo el Chapiz decide adaptar la casa al gusto y necesidades de su época, construye la planta alta, al menos en los tres lados conservados hoy, ya que de hacerlo también en el lado Sur, habría perdido las apreciadas vistas desde las galerías hacia la Alhambra y Generalife. Esta disposición de volúmenes fue dibujada con exactitud por el inglés Richard Ford en 1.831-33. En su apunte a lápiz, tomado desde el Sur, se aprecia la existencia en la crujía meridional, que carece de planta alta, de una gran ventana que se abre hacia la Alhambra. Por su rica decoración y afortunado emplazamiento constituye, junto con el patio y las galerías, los elementos destacables de la casa, en opinión de este viajero romántico. Mayor admiración causaría la citada ventana en su amigo y compatriota John F. Lewis, ya que en aquellos mismos años reprodujo la decoración de sus yeserías en uno de sus grabados. Tanta fama alcanzó la ventana que algunos años después inició un viaje sin retorno al Museo Arqueológico Nacional.

Mediante una amplia escalera situada frente al zaguán, se sube a las galerías, que están construidas con madera, y constan de pies derechos redondeados, con mocárabes en la parte superior, donde su sección pasa a ser cuadrada. Sobre ellos hay zapatas de tres lóbulos con guirnalda. La baranda es de barrotes torneados, lo que denota influencias del gusto renacentista.Los techos están constituidos por alfarjes sencillos cuyas vigas se prolongan para sostener el alero formando canecillos lobulados. La galería del lado Este fue completamente rehecha en el transcurso de las obras de rehabilitación, en base a restos existentes. En su planta baja tiene pilares de gusto morisco, con semicolumnas adosadas, realizados con ladrillo.

La entrada a las principales salas de la casa está adornada mediante arcos decorados con atauriques y tacas en sus jambas. Se conservan dos en cada planta. Los de arriba dan acceso a las salas más interesantes del conjunto, ya que se cubren con grandes armaduras de madera realizadas según el sistema de par y nudillo, con almizate y parejas de tirantes apoyados sobre zapatas de cuatro lóbulos. La más occidental de estas salas es compartida con la casa morisca de Hernán López el Ferí, a cuyo patio presenta otra portada decorada, lo que ha motivado la confusión citada anteriormente.

Casa de Hernán López el Ferí

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Casa de Hernán López el Ferí

Para describir esta casa empezaremos por su zaguán, que tiene sus vanos descentrados, para dificultar la visión directa hacia el patio. Este es aproximadamente rectangular, pues su lado mayor mide 10,4 m., mientras que los menores son algo distintos en tamaño, midiendo 5,55 y 6,15 m. En su centro tiene una pequeña alberca.

La organización funcional sigue la tradición mudéjar, con galerías de madera en los cuatro lados del patio, que permiten un cómodo acceso a todas las salas de la planta alta. Se apoyan en pilares de ladrillo situados en las esquinas, y sendas columnas de mármol blanco en el centro de los lados mayores

Bajo la sala de la crujía Norte existe un aljibe que servía para almacenar el agua que llegaba por la Acequia de Aynadamar, procedente de la Fuente Grande de Alfacar. Esta servía tanto para el consumo humano como para el riego de la huerta situada al Este de las casas, en una extensa parata sostenida por un grueso muro antiguo de tapial. La huerta fue convertida en los años treinta en jardín de tipo granadino, con diseño similar a los realizados en esa época en el Generalife.

Se conserva una portada con arco decorado en la planta baja, dando acceso a la sala de la crujía Norte, y cuatro en la planta alta. De éstas destaca también la del lado Norte pues tiene decoración epigráfica y azulejos de aristas en sus jambas, bajo las tacas.

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La galería presenta características decorativas algo diferentes a las de la otra casa, aunque mantiene la fusión de elementos góticos, nazaríes y renacentistas propia del mudéjar granadino. Del arte gótico procede el trazado de las zapatas de lóbulos con pecho de paloma debajo, así como los balaustres rectos de sección estrellada de la baranda.

Del arte nazarí se mantienen los mocárabes que adornan los pies derechos que soportan los techos de la galería, y del renacimiento proceden los jarrones o «pseudocandelieri» tallados en los frentes de las zapatas de los lados menores, así como los capiteles de las dos columnas de mármol.

También deben considerarse de inspiración renacentista las zapatas y canecillos de cartelas de otra galería que ocupa exclusivamente el lado Norte de la segunda planta, y debió ser edificada con posterioridad al resto de la casa. La construcción de cuerpos altos sobre la crujía septentrional, era muy frecuente en las casas del Albaicín, pues tenían la ventaja de proteger el patio de los vientos fríos del Norte, y recibir sin obstáculos los rayos solares desde el Sur a través de sus galerías.

En resumen, podemos decir que las Casas del Chapiz, constituyen dos interesantes ejemplos de arquitectura doméstica hispanomusulmana, lo que motivó su declaración como Monumento Nacional por Real Orden de 3 de Diciembre de 1.919. Una vez restauradas con la gran maestría que era habitual en D. Leopoldo Torres Balbás, y utilizadas para un fin tan apropiado como es servir de sede a la Escuela de Estudios Árabes, su conservación está garantizada para disfrute de todos los que deseen admirar cómo los excepcionales valores de la arquitectura palatina de la Alhambra se extendían también, aunque de forma más modesta y en una escala más reducida, a muchas de las viviendas de los musulmanes granadinos.

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